martes, 13 de enero de 2015

Publicidad y Deseo

Por: Alejandra Ochoa


En el mundo contemporáneo, vivimos un  fenómeno que nos rodea constantemente. Estamos inmersos en esta actividad, que  persistentemente, busca apelar a distintos elementos físicos o sicológicos que provoquen una respuesta en nuestro sistema inmediatamente, este fenómeno es la publicidad.
Tomando en cuenta su objetivo, pronto notamos que los aspectos y componentes  que rodean a la publicidad, tienen mucho que ver con la necesidad perpetua de nuestra raza, de buscar placer y satisfacción de nuestros deseos, el deseo de una persona o una sociedad de querer ser otra cosa, la necesidad de plantearnos objetivos para mejorar, siendo presas de un presente lleno de futuros y expectativas.
Si observamos esto desde un punto de vista freudiano, concluiremos que los impulsos mencionados, se pueden relacionar fuertemente con el impulso que impera por sobre todos, el de la sexualidad. A partir de esto, surgen distintas preguntas, y dilemas. ¿Si todo se relaciona con la sexualidad, que tan negativo puede resultar utilizar estrategias en donde no se presente lo sutil, más sí lo explicito? ¿No resultaría esto ser lo más efectivo utilizar  los estímulos visuales en relación con la
sexualidad para asegurarse la atención de un consumidor?
Para poder analizar estos elementos nos pondremos en el contexto del  “deseo” comprendido en el marco del psicoanálisis Freudiano, el cual defiende que el ser humano tiene la capacidad de manifestar sus necesidades físicas a través del lenguaje, pero desarrollando así una forma consiente y una inconsciente de hacerlo, y esto permite en funcionamiento natural en la persona, donde el super yo mesura el impulso sexual y el deseo inconsciente se mantiene latente, pero sin manifestaciones abruptas.
Al proponer que la publicidad se relacione con el este concepto de sexualidad, se empieza a  interferir  en el funcionamiento tradicional del súper yo, permitiendo la manifestación del deseo. Para lograr un efecto positivo en la mente del consumidor, se debe dejar espacio para que este realice su propio proceso de sublimación, concibiendo el deseo, ya no como un mero impulso instintivo, si no como una “insinuación” en donde  entra en juego la idea de éxito, de logro, y e deseo latente de aceptación social, permitiendo así, que la pregnancia en la mente del consumidor se de gracias a un proceso de interacción con sus propias proyecciones y necesidades, sin entregarle un pensamiento “pre-fabricado” que no lograría el efecto que logra el juego de apelar a sus deseos, mediante sugerencias sutiles, más que deseos explícitos.

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